viernes. 19.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- En una mudanza, los papeles y las fotografías cobran vida. Se hacen saltarines. Buscan la luz. Una mudanza es romper, intentar (sin conseguirlo) echar un pulso al pasado, abrazar una nueva vida. Una mudanza, a mi edad, es tremendamente cansada. No sientes el más mínimo afecto por los objetos que dejas atrás, que regalas o que guardas. Se acabó y ya está. Quiere nacer otro proyecto, otra situación, otra fotografía en tu vida. Yo me mudo a mi pueblo. Y es el azote de ese aire el que me cambia. Una vez, corriendo un rallye con mi amigo -ya fallecido- Francisco Hernández Pérez , "el Pichote", íbamos mal en la carrera. Llegados a la etapa que tocaba en el Puerto de la Cruz sufrimos un cambio de actitud, recuperamos mucho del terreno perdido y quedamos de los primeros. Lo comentamos: aquella brisa nos cambió, nos cambió el olor, nos cambió la gente. ¿Qué sé yo lo que nos cambió? Pero lo cierto es que le dimos la vuelta a la actitud y a partir de ahí fuimos diferentes en la competición. A mí el Puerto me atrae enormemente. Quizá por lo bonitos que fueron mis veintisiete años seguidos viviendo en la ciudad en que nací. Luego vino Santa Cruz, más tarde La Laguna, después La Orotava. Y ahora vuelvo al Puerto.

2.- Saltan esos papeles que cobran vida, ya fuera de las cajas de cartón, listos para ser archivados o rotos. Y aparece una especie de luz que los transforma. Una foto, un recorte de periódico, una invitación a un acto que protagonizas, un apunte mecanografiado, otro apunte autógrafo, un pensamiento, una cita para un artículo que ni siquiera usaste, porque no tenía sentido al día siguiente de haberla recordado. Todo lo nervioso del oficio de escribidor tiene su réplica en la mudanza, en la que sigues transportando objetos absurdos. Y entonces te das cuenta de que tu vida no eres sólo tú, sino las cosas que posees: aquel cuadro, esta bandeja de plata, un bolígrafo. Y concluyes que no puedes romper con rotundidad con el pasado, porque el pasado está compuesto de todo, desde una chaqueta a una grapadora.

3.- Esta mudanza me está costando sudor y lágrimas. Dónde acomodo los perros, cómo podré ocuparme de ellos sin que mi decisión altere su vida, con qué cuadros me quedo, qué objetos debo guardar porque no me caben en la nueva casa, qué hago con los muebles, dónde meto el archivo. Las clásicas preguntas de un señor que ha decidido mudarse de casa, por cierto a un lugar de ensueño, desde donde veo el Valle de La Orotava, el mar y las montañas. Un lugar magnífico, mucho mejor que mi casa orotavense, que ahora pasará a otras manos y que siempre recordaré con cariño gracias a los doce años de jardín, de piscina y de bodega. Y de tantos amigos.

[email protected]

Papeles que cobran vida
Comentarios