jueves. 18.04.2024

1.- Cuando era pequeño, y no se me permitía asistir al cine para ver películas no aptas, me ponía en la puerta del "Topham" a esperar que mis padres salieran del local, yo de la mano de mi niñera. Entonces le preguntaba a mi padre: "Papá, ¿qué tal la película?" Si a mi progenitor le había gustado el film, me contestaba: "La recagada del pato". Yo celebro mucho las frases de mi padre, incluso las escatológicas. Él era un hombre ilustrado, que lo mismo leía las obras de Shakespeare (que yo conservo, encuadernadas en piel, que literatura alemana (hablaba muy bien alemán) que las novelas de Marcial Lafuente Estefanía , en las que el fulano mataba a ocho o nueve personas con seis balas, porque yo me dedicaba a contar los disparos y los muertos y nunca me cuadraban. Pues ahora, andando los tiempos, el PP y Coalición se han echado a pelear por la inmediata eliminación de los patos del charco de la Catedral. Un charco lleno de mierda, en donde los niños que acceden a él se enmierdan más y del que proviene un olor nauseabundo que casi desmaya a los viandantes que transitan por la zona. Precisamente por la recagada del pato.

2.- La Laguna siempre ha sido una ciudad húmeda, ya no sólo por su nivel freático sino por sus antiguos canales, en los que el inolvidable alcalde y querido pariente Pedro González echó patos; igual que Tierno Galván los largó en el Manzanares, con notable éxito de ambos. El pato es un animal muy simpático que no tiene otra misión en la vida que comer y cagar. De vez en cuando algún sibarita se endilga su hígado y aquí se acabó el carbón. Pero en La Laguna ponen la nota de color en la esquina de la plaza de la Catedral, convirtiéndola en un patiñero. En un tremendo patiñero.

3.- Fernando Clavijo , ese gran alcalde lagunero, se va a cargar el estanque porque la plaza va a sufrir una remodelación. Pero Pedro Suárez , no el constructor gomero, sino el del PP, no quiere que los patos sean desterrados. Y así andan, en ese metisaca, uno tirando del pato y el otro tirando del pato, pero para el otro lado. Y a mí, que lo único que me interesa es el hígado del pato, me tienen en un sin vivir. Los patos, sin sospechar maniobra alguna para su deportación, siguen comiendo y cagando, que es lo suyo, ajenos a la batalla política que su presencia y su ausencia están provocando. Yo los he visto, incluso, con más apetito, si cabe. Y luego está el ahorro municipal en pienso para patos (la verdad es que no sé lo que comen), en tiempos de crisis. No creo que la presencia y la ausencia de Donald y familia provoquen un debate municipal serio, pero cualquiera sabe. En este país cotiza políticamente hasta la recagada del pato.

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La recagada del pato
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