miércoles. 24.04.2024

No hagan caso de los concursos de belleza femenina, que proclamaban días atrás como la más hermosa del Universo a no sé qué quién con cara de ser la copia de una copia de una copia. Una niña prefabricada o sacada de un molde repetido, creo recordar que asiática. No se olvide quiénes conforman los jurados de esos insultantes certámenes. Ni estrellas de cine ni estrelladas de la televisión: la mujer más guapa del mundo y parte del extranjero vive en Lanzarote, pero no es lanzaroteña (y mira que hay conejeras guapas de romperse; sin ir más lejos, en este mismo periódico impreso y digital). Ella es colombiana. Lleva apenas unos años en esta pobre islita rica sin gobierno conocido. No diré yo que sea divina. No puede serlo porque, pese a su origen, no cree en Dios, aunque alguno debe haber para crear de la nada tamaño prodigio, que no puede ser simple fruto del azar o producto de la casualidad. No escribiremos su nombre ni el de su lugar de trabajo para que no la anden molestando más de lo que la ya la molestan los hombres -y las mujeres- que quedan irremediablemente embelesados/embobados ante tamaña beldad verdadera.

En ella está representado o condensado el universo femenino de ese lugar real y mágico que conocemos como Macondo, fruto literario de su paisano Gabriel García Márquez. Ella está en todas esas mujeres, y todas esas mujeres macondianas están en ella. Ella es Rebeca, a la que “sólo le gustaba comer la tierra húmeda del patio y las tortas de cal que arrancaba de las paredes con las uñas”, una tara fruto del trauma por la pérdida de sus padres en tiempos de la plaga de insomnio. Desheredada por Úrsula por su casamiento con José Arcadio durante el luto por la muerte de Remedios, al morir su esposo se encierra en soledad y amargura con una sirvienta por el resto de su vida. Y ella es, a la vez, la citada Úrsula, la esposa de José Arcadio que “sabía organizar una casa y hasta el pueblo, incluso durante su vejez. (...) Activa, menuda, severa, aquella mujer a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche”.

Ella es Amaranta, “liviana y acuosa como una lagartija, pero todas sus partes eran humanas”. La hija menor de José Arcadio Buendía rechazó a todos sus pretendientes, incluyendo al pobre Pietro Crespi, que se acabó suicidando. “Trató de establecer una industria de collares de vértebras de pescados. Pero a excepción de Mercedes, que le compró una docena, no encontró a quién vendérselos”. Murió soltera y virgen, después de haber tejido y desecho durante años su propia mortaja.

Ella es Remedios Moscote, la hija menor del gobernador que enamoró a Aureliano a pesar de su niñez (o quizá precisamente), por lo que la boda se hubo de posponer hasta su pubertad. Finalmente, “costó trabajo convencerla de la inviolabilidad del secreto conyugal, porque Remedios estaba tan aturdida y al mismo tiempo tan maravillada con la revelación que quería comentar con todo el mundo los pormenores de la noche de bodas”. Ella también es la joven mulata: “Antes de Aureliano, esa noche, sesenta y tres hombres habían pasado por el cuarto. De tanto ser usado, y amasado en sudores y suspiros, el aire de la habitación empezaba a convertirse en lodo”. Ella es Santa Sofía de la Piedad: “Nunca se le había oído un lamento a aquella mujer sigilosa, impenetrable, que sembró en la familia los gérmenes angélicos de Remedios, la bella, y la misteriosa solemnidad de José Arcadio Segundo”. Ella es Pilar Ternera, la concubina de los hermanos Aureliano y José Arcadio Buendía, con quien tiene sendos hijos, y meretriz de un burdel que sabe leer las cartas y que “continuaba viviendo en el tiempo estático y marginal de los recuerdos, en un futuro perfectamente revelado y establecido, más allá de los futuros perturbados por las acechanzas y las suposiciones insidiosas de las barajas”.

Ella es Remedios, la bella. Sobre todo y sobre todas las citadas, ella es Remedios, la hija de Arcadio y Santa Sofía de la Piedad, cuya presencia primitiva es de un atractivo mortal que vuelve locos a los hombres: “Asistían a la iglesia con el único propósito de ver aunque fuera un instante el rostro de Remedios, la bella, de cuya hermosura legendaria se hablaba con un fervor sobrecogido en todo el ámbito de la ciénaga”.

Ella es, con enorme diferencia sobre cualquier otra, la mujer más guapa del mundo. Vive en Lanzarote. Casi nadie lo sabe. Por eso vive: si lo supiera más gente, no la dejarían vivir. No lo andes contando por ahí. ([email protected]).

La mujer más guapa del mundo
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