martes. 16.04.2024

Las Fiestas Patronales de San Bartolomé dieron comienzo el pasado fin de semana con la lectura del pregón, del que se encargó Pilar Perdomo, y la inauguración de la exposición de Arte Contemporáneo Español e Italiano.

Esta exposición es uno de los eventos más importantes organizados para las fiestas patronales del municipio, ya que San Bartolomé acogerá durante veinte días obras pictóricas de artistas tan importantes a nivel mundial como Dalí, Miró, Turcato o Paladino.

Se trata de una muestra organizada por la Asociación Italiana de Amigos de Lanzarote, que quieren que sea una forma de intercambio cultural “entre dos comunidades hermanas como son Italia y Lanzarote”.

Pero antes de que se abrieran las puertas de la exposición, la pregonera de este año hizo un repaso de la evolución del municipio desde su perspectiva más personal.

El Teatro Municipal de San Bartolomé se abarrotó de vecinos que pudieron revivir momentos de la historia de la localidad, que recordaron desde la matanza del cerdo, hasta la hambruna de la Guerra Civil. Pero en definitiva, lo que Pilar Perdomo quiso destacar ante todo es que “a pesar de los cambios positivos que se han ido produciendo en el pueblo y en sus habitantes, propios de la

modernidad, la esencia de San Bartolomé continúa intacta en sus calles, sus casas y sus gentes”. El resto, lo pueden disfrutar íntegramente a conticuación.

PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN BARTOLOMÉ

“Es para mí un inmenso honor el dirigirme a todos ustedes en un momento tan significado como el presente. He de decirles que, aparte de agradecer con todo mi corazón el que se hayan acordado de mí para ser pregonera en estas fiestas, yo quiero poner el mayor interés en agradarles, aunque a decir verdad, cualquiera de ustedes habría desempeñado un airoso papel en este acto tan entrañable.

Pues bien, recordando hechos que se han ido sucediendo en el paso del tiempo, quiero traer a la memoria uno de mis primeros recuerdos de infancia, que tiene que ver con la escuela, en la que había 43 niñas de distintas edades. Supongo que muchas de esas niñas, hoy mujeres de provecho, estarán hoy aquí compartiendo este momento tan especial para mí. Nuestra maestra era Doña Margarita Martín, madre de Don Antonio Lorenzo, y la escuela estaba situada en la calle que hoy lleva su nombre. Corrían los primeros años de la década de 1940 y el país estaba en la plena posguerra civil, con todo lo que aquello conllevaba.

Siempre he sentido mucha pena por no haber podido estudiar en el Instituto de Arrecife, como mis hermanas mayores, pero al estallar la Guerra Civil Española el edificio fue cerrado. Me vienen a la mente aquellos años como una época muy difícil, de escasez de alimentos, en la que para poder sobrevivir la gente tenía que adquirir víveres en secreto, a personas que se dedicaban a la venta clandestina de comida.

Mi juventud transcurrió en el pueblo, donde vivía con mis padres, en la calle Política, hoy llamada Arrecife. Fueron años de escasas distracciones en lo que el día a día transcurría entre las labores del hogar y las reuniones con amigas. Las grandes fiestas, que tanta ilusión nos hacían, ya que podíamos estrenar ropa, eran la Magdalena, cuando se celebraba el baile en la Sociedad del Porvenir, la fiesta de la Luz (el 15 de septiembre) y por supuesto, las fiestas en honor a San Bartolomé, patrón del pueblo.

El día fuerte de las fiestas patronales, los actos se iniciaban con una misa solemne, presidida por las autoridades, y con la tradicional procesión. Ese día el almuerzo era especial y la costumbre era comer carne asada o puchero.

Actualmente, San Bartolomé es un pueblo que aglutina diferentes fuentes económicas: comercio, restaurantes, servicios, pero sobre todo, se está convirtiendo en un pueblo dormitorio por su ubicación privilegiada, entre Arrecife y las zonas turísticas. Sin embargo esto, en épocas anteriores, no era así. San Bartolomé era un pueblo agrícola donde las personas que vivíamos aquí estábamos todos relacionados con el campo.

Los habitantes del pueblo vivían de las tierras, como propietarios o como jornaleros, o del mar, ya que muchos se embarcaban con destino a las costas del Sahara. También muchas familias tuvieron que emigrar a la isla de La Palma y a América en los años más difíciles de la agricultura en Lanzarote.

En la zona de San Bartolomé se plantaba de todo: cereales, batata, sandía, uva, y en muchas casas del pueblo existía un lagar donde se elaboraba el vino. Recuerdo también la función de la era para trillar los cereales y cómo se prestaba a aquellas familias que no tenían.

Les voy a contar una anécdota de aquellos años: en mi casa teníamos vacas y las lecheras llevaban la leche a la capital para venderla, pero, por orden del Ayuntamiento, había que dejar ciertas cantidades de leche de vaca para aquellos niños que no toleraban la de cabra y se vendía a esas familias.

Intentando recordar y dibujar en mi mente aquella época de mi juventud, me vienen a la memoria, sobre todo, olores: el olor de un patio lleno de azucenas en primavera, el olor a naturaleza...

En invierno nos reuníamos los familiares y se mataban los cerdos que se habían estado criando en casa, aprovechando todo de estos animales. ¡Cómo olvidar esos aromas tan intensos!

Me acuerdo también del período en el que las familias tenían la obligación de acoger a militares. A partir de los años 60, el pueblo y sus habitantes empiezan a evolucionar al compás de la Isla y del propio país. Poco a poco, jóvenes de San Bartolomé, ayudados por becas, pudieron ir a estudiar fuera de Lanzarote y hoy es un orgullo para todos nosotros que tantas personas nacidas aquí se hayan formado y sean gente de provecho y prestigio, estén donde estén.

Paralela a esa evolución del pueblo, yo personalmente también voy madurando, transformándome y buscando nuevos horizontes. Así, a la muerte de mis padres, en 1980, traslado mi residencia a Arrecife y comienzo una nueva etapa profesional trabajando con el senador Rafael Stinga.

Este cambio de domicilio nunca ha significado un desligamiento o un olvido de mi pueblo natal y de mis orígenes, ya que siempre he sentido la necesidad de estar vinculada a él y de participar de sus actos y de sus gentes.

El mensaje que quiero transmitir con estas palabras es que, a pesar de los cambios positivos que se han ido produciendo en el pueblo y en sus habitantes, propios de la modernidad, la esencia de San Bartolomé continúa intacta en sus calles, sus casas y sus gentes. Y éste es un reto constante que las autoridades han ido asumiendo para que en esa evolución y transformación entre el pasado, el presente y el futuro, no se pierda nunca nuestra identidad, la identidad de la maravillosa gente de San Bartolomé.

Y ya, dadas estas cuatro pinceladas de aquella juventud ya pasada y no olvidando lo que nuestro pueblo fue antes y cómo hemos ido avanzando a través del tiempo, me despido enormemente emocionada y deseosa de que vayamos progresando, tal y como la vida exige.

Para todos, mis mejores deseos y el cariño que siempre ha existido y seguirá vivo entre nosotros.

¡Felices Fiestas y buena suerte en este año 2006!”

El arte y las tradiciones inauguran las Fiestas de San Bartolomé
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