jueves. 28.03.2024

1.- Le tengo afecto a Fernando Clavijo aunque él a mí no. En un tiempo, sí. Y me da que el presidente se está rodeando de amigos poco convenientes. No digo nada de Lourdes Santana, que día sí, día no, transita por los pasillos de Presidencia en Las Palmas. Por los pasillos y por otras estancias. La directora de la SER tiene mucha afinidad con el presidente y eso se nota. Lo notan hasta los funcionarios de Presidencia, que hablan y no paran. Pero eso ya digo que da igual. Y es humano. No hay objeciones a que un político sea amigo, confidente o cómplice áulico de una periodista. Faltaría menos. Pero Lourdes tiene cola. Quiero decir que tiene adláteres poco deseables, sobre todo uno, especialista en sacar informaciones viejas, y desmentidas una y otra vez, como si fueran nuevas, adornadas con alguna confidencia presidencial, traicionando el presidente la buena fe con que fue informado. Mal, Clavijo, muy mal. Así no actúa un hombre que se viste por los pies. Yo no tengo por qué defender a nadie, porque los presuntos enemigos de Clavijo (que no lo son, sólo se defienden) saben hacerlo muy bien solitos. Pero aquí, en esta región, el triunfo de los indeseables que llegan de otras tierras es siempre efímero. Aunque resistan, dura lo que dura. Yo los he denunciado muchas veces, aunque mi asombro llega lejos cuando veo que a su lado revolotea gente que tiene más motivos para callarse que para estar recogiendo las migajas envenenadas que le lanzan para hacerle partícipe del festín. Hoy soy críptico, aunque yo creo que todo el mundo me entiende. El mismo que recurre al viejo y muy deteriorado estilo de recuperar informaciones viejas y sin sentido para convertirlas en información nueva –que no lo es– es capaz de cualquier cosa. Y un día te traiciona y cuenta tus confidencias. Fernando, cuidado con quién te alías. Pregúntale a Lorenzo Olarte. Pregúntale a Jerónimo Saavedra. Pregúntale a tu enemigo Paulino Rivero. Pregúntale a Román. Cuidado, Fernando, porque la guerra que mantienen tú y tus sicarios con un medio de comunicación se parece mucho a otras guerras viejas que no han conducido a nada. O sí, a destruir a políticos y entre ellos puedes estar tú mismo. Se vive en Canarias un periodo de crispación innecesario, que va a desembocar en una guerra dura y que te puede hacer daño. Palabra de jubileta. Y no vale la pena que gobiernes con ese riesgo, buscado por ti de una forma absurda. Porque, además, no tiene nada que ver con extorsiones ni con nada, sino con la crítica pura y dura.

2.- Fíjate, Fernando, que a mí una vez alguien me acusó ¡en el Parlamento!, hace muchos años, cuando tú eras un niño de colegio, de extorsionar a políticos. Los presuntos extorsionados lo negaron en el propio Parlamento, ante las cámaras de radios y teles y en los periódicos. Aquello quedó en una ópera bufa, porque realmente era una farsa. Yo, eso sí, jugué muy fuerte, pero estaba en mi derecho. Intentaba evitar que atropellara el poder a unos empresarios, a una familia tinerfeña de empresarios, que no merecía ser pisoteada por un político de entonces. Recuerdo aquel pleno parlamentario: yo estaba en Nueva York, partido de risa, alojado en el “Plaza”, y todos aquí hablando de mí. Nunca me sentí tan bien; les vacilé a todos. Y en el meollo del asunto estaba el mismo personaje que rescata informaciones viejas para confundir a la olvidadiza y breve opinión pública de las islas, que son unos pocos, porque no creas que a la generalidad de los lectores, oyentes o televidentes les interesa ese tipo de informaciones: sólo leen los sucesos y las esquelas.

3.- Cuidado, Fernando, con tus nuevas amistades. No lo digo por Lourdes Santana, conste, ni por tus afinidades con ella –le agradeces la campaña contra Paulino y a tu favor y su apoyo en las elecciones y me parece bien–. Pero sí con la cola que arrastra la niña, que ríete, Fernando. Un día te levantarás con la espalda llena de puñales y te darás cuenta de que lo que te digo hoy era verdad. Y el que avisa no es traidor. Que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Cuidado, Fernando
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