viernes. 29.03.2024

1.- Mucha gente recordará cuando yo hacía la radio desde mi cama, en los mejores tiempos de Radio Burgado y, ya después, en Radio Ranilla, de existencia más efímera. Estuve años haciendo “La Cafetera”, acostado, sin más auxilio técnico que un teléfono portátil, porque cada vez que utilizaba otro medio se escoñetaba todo y no funcionaba. Así que el portátil jamás falló, lo mismo que tampoco falló nunca una emisora de 100 watios que funcionaba, como emergencia, desde los estudios de la plaza de Ireneo González, y que alguien se mamó cuando vendí la radio. Yo sé quién fue. Es una pena que no lo haya conservado, porque ese teléfono sirvió para informar a la población durante una década. El otro día, hablando con una importante empresaria venezolana de la radio, se echaba las manos a la cabeza cuando le conté lo del programa desde la cama y más cuando le dije que entrevisté, en cierta ocasión, a un político tinerfeño mientras hacía el amor con una novia. “¡Estoy horrorizada y no creía que eso se pudiera hacer!”, me decía. Pues, sí, lo hice. En otra ocasión estaba soñando con una estancia mía en Iraq, cuando la guerra del Golfo, estancia inexistente, en plena batalla, cuando me llamaron para el programa “La Cafetera”; y así lo conté a los oyentes, ante el asombro del locutor que me servía de apoyo en el estudio, que no daba crédito a lo que escuchaba, aunque asentía y me daba la razón, en plan pelota. Yo no fui el precursor de la radio en casa, aunque sí de la radio en la cama. El maestro Victoriano Fernández Asís hacía “España a las 8” desde su casa, para Radio Nacional, con miles y miles de oyentes en todo el mundo. Ahí participaban personajes de la categoría de Jesús Hermida y Cirilo Rodríguez, desde Nueva York, y un montón más de corresponsables en todo el mundo. Era una radio fantástica –don Victoriano fue miembro de mi tribunal de ingreso en la carrera de Periodismo–. El otro día, revisando papeles viejos, encontré la carta de respuesta que le dirigió al gran periodista Mariano Daranas, corresponsal que fue de ABC en París y en otros lugares en épocas pre bélicas y bélicas de la II Guerra Mundial: “El alumno que me recomendabas con tan vehemente interés (que era yo) ha obtenido el número 2 de su promoción, brillantemente”, decía la respuesta. La radio fue para mí muy cómoda de hacer, lo mismo que el programa en el que últimamente participé, también desde mi casa, “¡Viva la Radio!”, de Plató del Atlántico, y que duró una temporada por culpa de las envidias dentro de la propia cadena que lo difundía, Canal 4, ajena a la productora.. Era demasiado bueno. Y por la puta publicidad, que a todos los profesionales nos trae fritos. Yo espero que Lucas Fernández reedite un día ese programa, pero en mi caso no con una línea microfónica que me obligue a levantarme de la cama, sino con un teléfono portátil, aquel viejo aparato como el de Radio Burgado, que hizo historia. Fíjense la cantidad de llamadas telefónicas que recibíamos en aquella emisora, y concretamente en “La Cafetera”, que la Compañía Telefónica tuvo que montarnos líneas adicionales de otra central porque colapsábamos las líneas destinadas al centro de Santa Cruz. Julio Luis Pérez Alonso, a la sazón jefe de relaciones públicas de la compañía, fue testigo de ello. Era impresionante. Luego, cuando la compró mi buen amigo Jaime Cortezo, una excelente persona, le aconsejaron que le cambiara el nombre y fue un error. Le pusieron 7×7 y nada fue igual. En fin.

2.- ¿Qué por qué traigo ahora estos recuerdos? Pues para no hablar más de Cataluña, porque estoy hasta los cojones de Cataluña y de los catalanes, como medio país. Y porque prefiero recordar las cosas buenas que tiene la vida, como dice la canción. Aquella radio sí valía la pena, lo mismo que valía la pena Radio Club, la buena, la de Paco Padrón. Todo el mundo le ha dado la espalda a Paco Padrón, incluso mucha gente a la que él formó y catapultó desde la emisora. Con Paco hablo muchas veces por teléfono, recordando aquellos tiempos. También de su Canal 7 del Atlántico y del programa “El perenquén”, en los que hacíamos tertulia Cubillo, Justo Fernández, Juan–Manuel García Ramos, Ángel Isidro Guimerá y yo. Fuerte vacilón, señores. Aquello nos hizo más amigos a los cinco, a pesar de ser tan distintos en nuestra manera de pensar. Una vez llevamos un cartón con la figura de Manuel Hermoso, sacándonos tarjeta amarilla cuando la cosa iba suave y roja cuando se volvía peliaguda. Allí enseñé mi camisa, rota y ensangrentada, cuando me atacó una rica heredera de Santa Cruz, creyendo que había hablado mal de su hermano, encontrado muerto, cuando había sido todo lo contrario. Juan-Manuel testificó a mi favor (fui agredido en “La Cazuela”) y Ángel Isidro se marchó de viaje el día de la vista para no meterse en jaleos. Fue condenada y con el dinero de la indemnización me compré un reloj de lujo. O cuando Paco, Antonio “el Secretario”, paz descanse, y yo montamos una carpa, disfrazamos al Secre de Bin Laden y emitimos un programa preguntándole al terrorista de ficción las mayores barbaridades. Él sólo decía: “Agua, buena”. Miles y miles de personas vieron ese programa, yo creo que más que aquel otro, el día en que entrevisté a Alicia Navarro en Televisión Española, en los años 70, en el espacio “Ayer y hoy”.

3.- Nadie ha escrito estas cosas porque cada uno cuenta las historias de la radio y la televisión como les parece. El otro día, cuando le entregaron a Pardellas el premio “Taburiente”, muy merecido, se olvidó de citarme. Él y yo hicimos las primeras transmisiones en directo –y en blanco y negro— de los Carnavales de Santa Cruz y del Puerto de la Cruz. Con medios limitados, subidos encima de la unidad móvil y escuchando por el pinganillo los gritos histéricos del realizador, Mariano Martín, que era un pequeño diosecillo en la Televisión Española en Canarias. Otro godo más. En fin, que Pardellas se olvidó de nombrarme, obnubilado como estaba ante la presencia de Luis del Olmo en el “Guimerá”, que fue uno de sus maestros. La radio y la tele en Canarias están llena de anécdotas. Desde luego, no creo que mucha gente pueda decir que ha hecho un programa de radio, haciendo el amor, sin que lo haya notado ni un solo oyente –al menos nadie llamó, alarmado, a la emisora–. Aquello era otra radio, que ya no existe en Canarias, encorsetados como están todos los programas, desde la COPE a la SER pasando por todos los sucedáneos

Es una publicación de El Diario de Tenerife.com

Cuando yo hacía la radio en la cama
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