viernes. 19.04.2024

Por Concha Pérez

Hace ya medio siglo

había en el pueblo de Haría,

una mandadera famosa

que recuerdo todavía.

María Lasso se llamaba

y así se la conocía.

Andariega y afanosa

desde que clareaba el día,

recorría todo el pueblo

haciendo los mandados

a quien sus servicios pedía:

a doña Carmela diligente

preguntaba que quería,

también a Lola y Celedonia,

a sus primos Pablo y Catalina,

a los Stinga y doña Pura...

y a quien ella quería.

Con frecuencia se amulaba

por cualquier tontería

y no hacía los recados

hasta que le parecía...

Y así de casa en casa

su día transcurría

hasta el toque de oración

pues de noche no salía.

Tenía un ojo extraviado

pero todo lo veía

y luego lo contaba

a quién oídos tenía.

No había crónica en el pueblo

ni falta que hacía

porque desde El Islote

hasta San Juan

¡las noticias!

las llevaba María.

Vestía un traje marrón

pues a San Marcial ofrecía

una eterna promesa,

que en secreto sostenía.

Y cada siete de Julio

a Femés con traje nuevo

caminaba en romería.

A San Antonio rezaba

y alguna mariposa le ponía,

pero a pesar de sus anhelos

sin amores vivía.

Solo su perro Canelo

de cerca le seguía.

Sus medias y alpargatas

otras a gritos pedían

pero ella se negaba

a reponerlas algún día,

no fuera que un “mal aire”

el otro ojito le torcería.

Un personaje singular

que en su medida,

debe ser reconocida

como Lolita Pluma

Cañadulce y Serafina.

El pueblo le dio su nombre

a un parque mientras vivía

¿fue la falta de memoria

o la triste lejanía

quién la despojó de su valía?

Era pobre, pero rica

pues contenta se sentía

y era la preocupación

de aquellos que la querían.

Vivió feliz a su modo

sin ambición ni tropelías

y murió sola en su casa

con los gatos que tenía.

María Lazzo Callero

¡pobre María!

que en el cementerio se encuentra

sin lápida todavía.

A María Lasso (in memoriam)
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